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Marina Sáenz: "Si alguien cree que cambiar de género es una banalidad, se equivoca"

Marina Sáenz: "Si alguien cree que cambiar de género es una banalidad, se equivoca"

Marina Sáenz nació en San Sebastián, estudió Derecho en la Universidad de Deusto y se doctoró en la Universidad de Valladolid. Es directora del departamento de Derecho Mercantil en Facultad de Derecho de la Universidad de Valladolid en la que ha sido profesora titular. Desde 2020 logró acreditarse como catedrática, lo que la convierte en la primera mujer trans en conseguirlo en España. Es autora y/o coordinadora de ocho libros, más de sesenta artículos en revistas científicas y capítulos de libros, ha participado en once proyectos de investigación, once convenios y en multitud de conferencias, cursos y seminarios sobre diversos temas jurídicos.

Como activista por los derechos LGTBI, particularmente por los derechos del colectivo trans, ha colaborado en la redacción de varias leyes autonómicas, así como en la ley para la igualdad de las personas trans y la garantía de los derechos LGTBI, y formó parte como experta del grupo de trabajo que consiguió la aprobación de la Ley 3/2007 de Rectificación Registral de la Mención Relativa al Sexo de las Personas. Además, ha colaborado en numerosos foros nacionales e internacionales.

 -¿En qué mejora la ley trans?

- En muchas cosas, la ley del 2007 nos permitía el cambio de sexo registral tras presentar dos certificaciones médicas, una en la que nos obligaban a declarar que teníamos un trastorno mental y en otra en que exponíamos que habíamos pasado dos años de hormonación. En la ley actual se incorporan un montón de temas muy necesarios: medidas de apoyo laboral, de inserción en el entorno educativo, medidas que buscan la inclusión social, que es una asignatura pendiente. Y se intenta poner orden en el caos sanitario, porque cada comunidad autónoma ofrece o no tratamientos a los transexuales, a veces no son los mismos, y finalmente se eliminan estos requisitos de certificaciones médicas para que no tengamos que declararnos personas trastornadas porque no lo somos. Y que no haya un itinerario único en el que sea necesaria la hormonación, porque se reconoce que también existe identidad de género en los menores. 

-La polémica ha surgido porque de pronto tú puedes registrarte como hombre o mujer sin ningún papel.

- Sí, la gente no entiende esto, ¿pero quién va a certificar mi identidad mejor que yo? ¿Por qué terceros van a saber más sobre mi identidad de género? Los diagnósticos no tenían una base científica porque al final la única prueba que hay es la declaración y las vidas de las personas identificadas. 

-¿Se pone el límite en los 16 años?

- Sí, porque en el Estado español es la edad para el consentimiento informado, la edad a la que puedes consentir tener relaciones sexuales, a la que puedes empezar en el matrimonio, a la que puedes ingresar en una cárcel de adultos, en la que decides si recibes o no un tratamiento médico, en la que puedes abortar sin consentimiento. Si tenemos madurez para todo eso, cómo no la vamos a tener para decidir quiénes somos. 

-Por tu experiencia, ¿a qué edad se suele manifestar esa identidad?

- Los estudios de la asociación de pediatría americana sobre niños transgénero indican, y nuestra experiencia también, que las primeras manifestaciones son a partir de los 4 o 5 años. Luego, dependiendo del entorno, se reafirma o se inhibe. Y por supuesto, tenemos manifestaciones mucho más fuertes en la etapa prepuberal. El entorno y la cultura condicionan mucho, al igual que el grado de aceptación o rechazo de esas manifestaciones. En mi generación, a los 4 o 5 años, las cosas estaban muy claras: si te manifestabas, como la reacción de todo el entorno y de las personas que te querían era mala, intentabas inhibir eso hasta que en la adolescencia aparecía como un torrente que no podías detener.

-¿Tú que edad tienes?

- Uf, ya soy de las de y taytantos, tengo la edad de la invisibilidad, ja, ja. La cincuentena, vamos. 

-¿Te pudiste tratar en España? ¿Cómo era entonces?

-La mía fue una generación perdida, la mayoría de las personas trans tuvieron una vida muy difícil. O asumieron unas vidas marginales o inhibieron su manifestación de personalidad o recibieron unas situaciones emocionalmente muy duras. En nuestra época, no había tratamientos médicos accesibles, había mucha automedicación que mató a mucha gente, y una exclusión laboral y familiar en cuanto te manifestabas. Hay muchísima gente de mi edad que nunca ha expresado su identidad y ha hecho una vida bastante triste.

«Se inhibe» no quiere decir que desaparezca esa identidad. ¿Una persona trans siempre quiere hacer ese cambio?

-Claro, quiere decir que no se manifiesta públicamente. Una persona trans es lo que es: una mujer es una mujer. Cuando vives sin poder manifestar tu identidad, algo te va secando la vida. En mi caso, iba consiguiendo logros familiares, sociales, tenía una vida muy satisfactoria y, sin embargo, era como si todo hubiera perdido el sabor, el olor, porque tú no estabas ahí. Al final fue absolutamente necesario dar el paso pagando el precio que fuera. No se puede vivir con la negación de una misma. 

-¿Has tenido que explicarte delante de tus alumnos?

-Esto es quizás lo más fantástico de todo. Ellos lo entendieron a la primera, hubo en los grupos de WhatsApp algunos que hicieron comentarios, pero los primeros que les callaron la boca fueron sus compañeros. Estamos ante una generación que lo vive con otro conocimiento, con otro sentimiento y otra cultura. 

- Esta generación de jóvenes hablan con normalidad de género fluido, no binario, es otro mundo.

.-Es una generación que ha sido educada, no en la tolerancia, que es una palabra que no me gusta, sino en el respeto y en la diversidad del ser humano. Nos están dando muchas lecciones a las personas que teóricamente somos más adultas. De eso deberíamos estar muy orgullosos porque somos un país en el que la aceptación de la diversidad es norma general. 

- ¿Cómo es ese proceso de hormonación? ¿Cuánto puede durar?

-Lo primero es que hay que deshacer los bulos. La ley trans no va a operar a ningún menor. En este país está prohibido. Tampoco vamos a hormonar a niños porque los niños no necesitan hormonaciones. En aquellos casos en los que se ve con claridad que el menor manifiesta una identidad de género y le viene un desarrollo hormonal que no desea, le proponemos un tratamiento de bloqueadores hormonales para ver si se mantiene firme esa manifestación. Es el plazo que recomienda la sociedad de endocrinología internacional. No más de dos años, con un control médico que la ley garantiza que será con personal formado. 

- ¿Hay mucha gente que empiece con bloqueadores y luego se arrepienta?

-Los informes que tenemos dicen que más de un 95% de las personas que empiezan y piden un tratamiento no vuelven atrás. Lo que no tiene sentido es que no atendamos a la mayoría. 

- ¿Qué pasa después?

-Si tiene una identidad firme, hacemos una hormonación cruzada. Para una mujer transexual se le aportan estrógenos y antiandrógenos, así el desarrollo físico se corresponde al que esa persona tiene. Esto puede durar toda tu vida. Tenemos experiencia de más de 35 años de tratamientos, no es algo experimental.

Lee la entrevista completa en La Voz de Galicia