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Ptazeta: "Molaría que dejara de ser la chica que canta a otra chica"

Su “cri-criminal” junto a Bizarrap ha sonado en prácticamente todas las discotecas de España, acumula más de 96 millones de reproducciones en YouTube y este 2022 ha sido definitivamente su año.

Zuleima González es la joven canaria de 24 años que se esconde detrás del nombre Ptazeta, bajo el que lanza rimas, versos y se ha convertido en referente femenino del género urbano y del colectivo LGTBI por la visibilidad lésbica de sus letras. Hace algo más de tres años trabajaba de camarera en su Las Palmas natal y en 2020 saltó a la fama con el tema Mami, que batió todos los récords de reproducciones.

La entrevista completa en huffingtonpost.es


Deborah Levy: "Cuanto menos binario sea el mundo, mucho mejor"

Hija de una pareja de activistas contra el 'apartheid' surafricano, pensadora nada complaciente del tiempo que le ha tocado vivir y experta buceadora de la subjetividad femenina en sus escritos, Deborah Levy (63 años) es hoy una de las voces literarias más respetadas de Reino Unido.

Pasó los años 80 escribiendo arriesgadas obras teatrales –Derek Jarman, el carismático director del cine 'queer', fue quien le insufló el gusanillo de la escena- y a finales de la década, Levy se pasó a la narrativa. En el 2011, con 'Nadando a casa', obtuvo su primera candidatura al Booker, un premio que se ha fijado en ella en dos ocasiones más. La última es ‘El hombre que lo vio todo’ (Random House / Angle), una historia enigmática de adictiva lectura que escribió al mismo tiempo que su celebrada 'Autobiografía en construcción', una obra fundamental para explorar a las mujeres de entre 40 y 60 años, una franja de edad que apenas ha generado literatura.

Si quieres leer más, pulsa aquí: La Provincia


La activista LGTBI Uge Sangil: “Con la ley, las personas trans dejamos de estar tuteladas”

Manolita Chen es una diva folclórica de las que ya no quedan. De esas capaces de maquillar de hipérbole, ironía y color el relato cruel de haber vivido como mujer transexual en la España gris y opresora del franquismo. Y como tal se las gasta, sentada en el trono dorado de su despacho, rodeada de santos festoneados con banderas arcoíris: “Si no hubiese sido fuerte, no estaría aquí sentada”. Edulcora con una sonrisa de carmín rojo un relato de palizas, violaciones y cárcel. Dice que fue la primera transexual en cambiarse de nombre y en adoptar a sus cinco hijos discapacitados, allá por los años ochenta. Resulta difícil creer que legalmente fuese tal cual ella lo cuenta, pero en la práctica resultó bien real para Manolita Saborido (Arcos de la Frontera, 79 años), la persona que se oculta tras el personaje. Además, ya lo dejo dicho la suma sacerdotisa folclórica, Lola Flores, a modo de mandamiento: “Cuando yo digo las mentiras, las convierto en verdad”.

Saborido deslumbra con su vida de película a dos de los chicos marroquíes LGTBIQ que la artista tiene acogidos en un piso para personas perseguidas por su identidad sexual y de género que la Fundación Manolita Chen acaba de poner en marcha en la Sierra de Cádiz. Será el primero de los que quiere crear en la provincia y en Sevilla. Chen ha apostado fuerte para ello en el ocaso de sus días. Ha puesto su ingente patrimonio inmobiliario y de obras de arte, atesorado con sus años de trabajo como empresaria, a nombre de la entidad que lleva su nombre. “Llevo una vida luchando, pero no me retiro. Todo pasa a la fundación, menos mis bragas”, exclama divertida. Uno de los acogidos, que asegura que antes se sentía más cómoda con peluca y vestida de mujer, pero que después tanta discriminación sufrida por ahora prefiere cubrirse con ropa de chico, solo le sale decir: “Es maravillosa. Sin ella estaría ahora en la calle”.

No cuesta trazar el paralelismo entre la historia de una joven mujer transexual de pueblo en la España de la dictadura y el presente que les ha tocado vivir a los dos chicos, ambos de 30 años, en una Marruecos natal en la que ser LGTBI implica la persecución legal y el repudio social. “Siento que tenemos muchas cosas en común”, señala el otro. Como ellos, Saborido también tuvo que huir de su familia y de su entorno, harta de agresiones, palizas e insultos. “Era imposible vivir en Arcos. Cada vez que venía una fiesta decían que era una vergüenza y me detenían o me encerraban en el cementerio”, relata la artista. Uno de ellos la mira en silencio, hasta que se anima a contar su historia: “En casa me pegaban cuando intentaba vestirme de chica. Hui de Marruecos, acabé en Toledo, pero allí también me discriminaban. Canto bien y me gusta actuar, pero ahora solo quiero trabajar en lo que sea”.

Más información, aquí: elpais.com


Manolita Chen crea un refugio para los perseguidos por su condición LGTBI

Manolita Chen es una diva folclórica de las que ya no quedan. De esas capaces de maquillar de hipérbole, ironía y color el relato cruel de haber vivido como mujer transexual en la España gris y opresora del franquismo. Y como tal se las gasta, sentada en el trono dorado de su despacho, rodeada de santos festoneados con banderas arcoíris: “Si no hubiese sido fuerte, no estaría aquí sentada”. Edulcora con una sonrisa de carmín rojo un relato de palizas, violaciones y cárcel. Dice que fue la primera transexual en cambiarse de nombre y en adoptar a sus cinco hijos discapacitados, allá por los años ochenta. Resulta difícil creer que legalmente fuese tal cual ella lo cuenta, pero en la práctica resultó bien real para Manolita Saborido (Arcos de la Frontera, 79 años), la persona que se oculta tras el personaje. Además, ya lo dejo dicho la suma sacerdotisa folclórica, Lola Flores, a modo de mandamiento: “Cuando yo digo las mentiras, las convierto en verdad”.

Saborido deslumbra con su vida de película a dos de los chicos marroquíes LGTBIQ que la artista tiene acogidos en un piso para personas perseguidas por su identidad sexual y de género que la Fundación Manolita Chen acaba de poner en marcha en la Sierra de Cádiz. Será el primero de los que quiere crear en la provincia y en Sevilla. Chen ha apostado fuerte para ello en el ocaso de sus días. Ha puesto su ingente patrimonio inmobiliario y de obras de arte, atesorado con sus años de trabajo como empresaria, a nombre de la entidad que lleva su nombre. “Llevo una vida luchando, pero no me retiro. Todo pasa a la fundación, menos mis bragas”, exclama divertida. Uno de los acogidos, que asegura que antes se sentía más cómoda con peluca y vestida de mujer, pero que después tanta discriminación sufrida por ahora prefiere cubrirse con ropa de chico, solo le sale decir: “Es maravillosa. Sin ella estaría ahora en la calle”.

No cuesta trazar el paralelismo entre la historia de una joven mujer transexual de pueblo en la España de la dictadura y el presente que les ha tocado vivir a los dos chicos, ambos de 30 años, en una Marruecos natal en la que ser LGTBI implica la persecución legal y el repudio social. “Siento que tenemos muchas cosas en común”, señala el otro. Como ellos, Saborido también tuvo que huir de su familia y de su entorno, harta de agresiones, palizas e insultos. “Era imposible vivir en Arcos. Cada vez que venía una fiesta decían que era una vergüenza y me detenían o me encerraban en el cementerio”, relata la artista. Uno de ellos la mira en silencio, hasta que se anima a contar su historia: “En casa me pegaban cuando intentaba vestirme de chica. Hui de Marruecos, acabé en Toledo, pero allí también me discriminaban. Canto bien y me gusta actuar, pero ahora solo quiero trabajar en lo que sea”.

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